viernes, 30 de abril de 2010

Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana

Francisco Brines


Francisco Brines tomada de http://juliomasalcaraz.blogspot.com/2009_02_01_archive.html

El valenciano Francisco Brines obtuvo el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, se anunció este 29 de abril de 2010. Los miembros que integraron el jurado han dicho que fue una reñida elección, ya que entre otros poetas destacaba la calidad de su trabajo, entre los finalistas se consideró al poeta nicaragüense Ernesto Cardenal.
Brines nació en Valencia, España en 1932, además de ser académico en la universidad de Oxford, pertenece a la generación conocida como Generación del 50, una de las generaciones de poetas aparecidas en España después de la posguerra.
Miembro de la Real Academia Española, Francisco Brines tiene influencia del también poeta español Luis Cernuda, a quien debe una perspectiva intimista de su trabajo.

Francisco Brines, imagen tomada de http://opcionesavanzadasltd.blogspot.com/2009/06/poemas-habitantes-francisco-brines.html


Al otorgarle el premio, el jurado se refirió a Brines como "un gran poeta metafísico, cuya obra nos enseña a vivir y está marcada por el tiempo y la resignación ante el paso del mismo", según informó el Diario Vasco.
El premio está dotado de 42,100 euros.

Entre las obras de Francisco Brines que más destacan podemos citar a:

Las brasas (1960, Premio Adonais 1959).
El santo inocente (1965).
Palabras a la oscuridad (1966).
Aún no (1971).
Ensayo de una despedida (1974).
Insistencias en Luzbel (1977).
Poesía. 1960-1981 (1984).
Poemas excluidos (1985).
El otoño de las rosas (Sevilla, 1986, Premio Nacional de Literatura).
La rosa de las noches (1986).
Poemas a D. K. (1986).
La última costa (1995).
Poesía completa (1960-1997) (1997).
La Iluminada Rosa Negra (2003).
Amada vida mía (2004).


Imagen tomada de http://www.saforguia.com/Cine/Teatro/tabid/64/titular/POES%C3%8DA_Y_M%C3%9ASICA_PARA_FRANCISCO_BRINES/idnoticia/22910/Default.aspx


Al obtener el premio Reina Sofía, Brines se une a poetas como José Emilio Pacheco (México), Pablo García Baena (España) y Blanca Varela (Perú), quienes fueron los ganadores de las ediciones 2009, 2008, y 2007, respectivamente.


Francisco Brines, imagen tomada de http://mariamarrodan.blogspot.com/2010/03/oliva-homenajea-al-poeta-francisco.html


Reproducimos uno de los poemas de Francisco Brines, titulado Causa del amor, y tomado de http://amediavoz.com/brines.htm:


Causa del amor

Cuando me han preguntado la causa de mi amor
yo nunca he respondido: Ya conocéis su gran belleza.
(Y aún es posible que existan rostros más hermosos.)
Ni tampoco he descrito las cualidades ciertas de su espíritu
que siempre me mostraba en sus costumbres,
o en la disposición para el silencio o la sonrisa
según lo demandara mi secreto.
Eran cosas del alma, y nada dije de ella.
(Y aún debiera añadir que he conocido almas superiores.)

La verdad de mi amor ahora la sé:
vencía su presencia la imperfección del hombre,
pues es atroz pensar
que no se corresponden en nosotros los cuerpos con las almas,
y así ciegan los cuerpos la gracia del espíritu,
su claridad, la dolorida flor de la experiencia,
la bondad misma.
Importantes sucesos que nunca descubrimos,
o descubrimos tarde.
Mienten los cuerpos, otras veces, un airoso calor,
movida luz, honda frescura;
y el daño nos descubre su seca falsedad.

La verdad de mi amor sabedla ahora:
la materia y el soplo se unieron en su vida
como la luz que posa en el espejo
(era pequeña luz, espejo diminuto);
era azarosa creación perfecta.
Un ser en orden crecía junto a mí,
y mi desorden serenaba.
Amé su limitada perfección.


Diseño y edición: Miguel Borzelli Arenas

Texto: Óscar Alarcón

jueves, 29 de abril de 2010

Felicidades:

Miguel Borzelli Arenas


Queremos felicitar y enviarle un fuerte abrazo a nuestro corresponsal en Estados Unidos de América, por su cumpleaños.
¡¡¡Muchas felicidades y que cumplas muchos más!!!

La silla

Pedro Friedeberg

La silla. Obra emblemática, sala Manuel M. Ponce, Palacio de Bellas Artes. ®Borzelli Photography


Pedro Friedeberg*

Por Carla Faesler


Anti-solemne, extravagante y adictivo

Conocí a Pedro Friedeberg cuando yo tenía unos diez o doce años. Mi madre, la pintora Cristina Bremer, era muy amiga de él y de Leonora Carrington, por lo que frecuentaba al grupo de artistas y personalidades de la época. Yo y mis dos hermanas entrábamos y salíamos intermitentemente de ese mundo, en el que México era una ciudad mucho más pequeña y cuya comunidad artística, más que ser un ámbito profesionalizado como hoy en día, era una comunidad de amigos.


De izquierda a derecha: Roxana Velásquez Martínez del Campo, Carla Faesler, Luis Carlos Emerich y Pedro Friedeberg, en la presentación del libro Pedro Friedeberg, de editorial Trilce, sala Manuel M. Ponce, Palacio de Bellas Artes. ®Borzelli Photography


I

Durante algún tiempo, por toda la casa en donde vivíamos mis hermanas, mi madre y yo en la Condesa, había platitos llenos de cacahuates japoneses diseminados en lugares estratégicos: en los muebles de la biblioteca, en la chimenea, en las mesitas de la sala. Su botana favorita, los cacahuates japoneses aguardaban en cualquier sitio el rapto imprevisible de Pedro Friedeberg dispuestos en elegantes bibelots generalmente heredados de mi abuela. Las tres hermanas terminamos por cultivar ese gusto y aprovechábamos su ubicuidad para masticarlos con deleite por doquier. Todavía hoy asocio a Pedro Friedeberg con los cacahuates japoneses, los Nishisawa por supuesto. También estaban los cacahuates japoneses en el estudio de mi madre, en donde ella y Pedro se sentaban en las tardes a jugar partidas interminables de backgammon y dominó, y en las que generalmente apostaban enciclopedias británicas y diccionarios Larousse. No hay mal que por bien no venga: su ludopatía nos consiguió muchos dieces en los trabajos escolares.

Pedro Friedeberg ®Borzelli Photography


En ese entonces, íbamos mucho a casa de Leonora Carrington, en México y en Cuernavaca. Ahí, se la pasaban cocinando pasteles de cemento como propuesta para el desarrollo de una culinaria feminista, pintando cosas absurdas en sombreros mexicanos que luego se ponían sin pudor en las fiestas y haciendo cuadros a tres manos porque Pedro ponía a Leonora y a mi madre a ayudarle a rellenar los miles de cuadritos con que armaba las perspectivas de sus piezas. Las casas de Leonora eran muy sencillas, modestas. Para mi sensibilidad de niña, tenían una atmósfera lúgubre y misteriosa que me fascinaba y me daba un poco de miedo placentero. Recuerdo que la primera vez que fuimos al departamento de Pedro en Reforma, quedé hipnotizada por la decoración, el brillo y la acumulación, por los dorados y las pieles de animales exóticos que tapizaban los muebles. Las de Leonora y Pedro, casas radicalmente opuestas. Los sabía muy cercanos porque se veían todo el tiempo, pero desde ese día no entendí para nada cómo es que podían ser tan amigos.

®Borzelli Photography


A las inauguraciones de las galerías iban todos vestidos estrafalariamente – de eso me di cuenta mucho después porque para mí eso era lo normal. En aquel entonces todavía existían los suplementos y las secciones culturales en los periódicos y a ellos les gustaba figurar en sus páginas; eran, como no, algo vanidosos y les gustaba ser la crema y nata, se sentían los muy-muy, pero más que mamones, eran un poco infantiles: todo el tiempo estaban como jugando. Lo que sí, tenían mucho más mundo del que tenemos ahora, carecían de internet pero eran totalmente globales, estaban al día en los asuntos más urgentes de Persépolis o en el último escándalo de alguna odalisca húngara.

La vida era la noche de la zona rosa, la colonia condesa y la roma, el teatro blanquita, el cabaret King-Kong, las fachadas oscuras y las calles semi desiertas en donde se amontonaba la gente en los cocteles de las inauguraciones de las galerías. La mayoría de las veces los recuerdo riendo. Vivían un mundo divertido en el que el arte era mucho más importante que las manifestaciones y los problemas políticos. La política era mucho menos complicada que ahora – por eso tal vez les parecía tan aburrida - sólo había que saber el nombre del presidente y el de un partido político, pero ni eso les gustaba lo suficiente: una vez, en una fiesta en la casa, a la poeta Pita Amor alguien le preguntó qué opinaba de Miguel de la Madrid – entonces Presidente de la República – y simplemente contestó “¡Jamás hablo del servicio!” y mejor se puso a improvisar un poema viéndome raspar con un cuchillo la cera que se había derramado sobre la duela de la sala “No muevas más el cuchillo/ que es cruel y fiel asesino”. El arte era más importante que cualquier otra cosa, era un universo real, tangible, era en sí, la forma de vida que todos llevaban.


®Borzelli Photography


En mi casa había libreros enormes, repletos de libros para niños, el Tesoro de la Juventud, novela policiaca, poesía, libros de arte. Uno en particular llama mi atención: el del flamenco Hieronymus Bosch, el Bosco. Contemplo El jardín de las delicias, el infierno, el purgatorio. Me fascinan sus personajes mitad animal, mitad ser humano. Pienso que – aunque un poco más sufrido - lo que pinta se parece a lo que hace Pedro, quien les pone a los pavorreales piernas de señorita con tacones. ¿Se conocerán? A lo mejor pronto van a exponer juntos en la galería La Chinche.


De izquierda a derecha: Luis Carlos Emerich, Carla Faesler, Pedro Friedeberg, Déborah Holtz, Fernando González Gortázar y Roxana Velásquez Martínez del Campo, presentación del libro Pedro Friedeberg, de editorial Trilce, sala Manuel M. Ponce, Palacio de Bellas Artes. ®Borzelli Photography



II

Además de ser un objeto bellísimo, el libro Pedro Friedeberg editado por Trilce es uno de los mejor logrados que he visto últimamente, no sólo por la complejidad de los niveles de información y sus formatos, maravillosamente resueltos en el diseño de Juan Carlos Mena, sino por la impecable impresión. Lo intrincado del material gráfico debió sacarles canas en la imprenta a Déborah y a todo el equipo de Trilce. Pero este libro es también un conjunto de textos imprescindibles que van desde el análisis crítico-teórico-lúdico de James Oles, Luis Carlos Emerich, Fernando González Gortázar y Jeffrey Collins, y las entrevistas y textos de ocasión de Silvia Cherem, Ricardo Legorreta y Mathías Goeritz, hasta los documentos escritos o relatados por el autor mismo. Es un acierto que los editores hayan recuperado este material escrito por Friedeberg, que es poco conocido para muchos.


De izquierda a derecha: Arnaldo Coen, Lourdes Sosa y Pedro Friedeberg ®Borzelli Photography


Los textos de la columna Lunario de El Universal, por ejemplo, que se publicaron a lo largo de 1984, son todos deliciosos, como si hubieran metido en una licuadora a Augusto Monterroso y a Ionesco junto con una enciclopedia británica, una pizca de Ramón Gómez de la Serna y otra de poesía absurda alemana e inglesa. Algunos de estos textos funcionan como cuentos, otros son comentarios sobre algún tema específico, algunos son diatribas, otros, intrincadas disquisiciones. Los personajes o sujetos del tema son generalmente animales o cosas quienes por medio de la analogía, la parodia y el contraste, son utilizados por Pedro para recrear situaciones poderosamente extravagantes en la que la racionalidad ha sido desfasada y distorsionada a grado tal que generan una lógica interna que obedece ya sólo al humor y al absurdo. Lo absurdo es una forma alternativa de ordenar la realidad creando sentidos particulares en la que el autor tiene la total libertad de moldear un universo propio y que Pedro utiliza muchas veces para tratar a la ligera las cosas graves y gravemente las ligeras. De entre estos textos, tal vez mi preferido es el cuento La invención del paraguas, en donde el personaje principal es una salchicha docta en terminología de psicología clínica, que tiene graves problemas de personalidad, al igual que el taxista que la lleva a través de territorio etíope y con el cual discute – cuando se le da la gana porque a veces pide silencio y se le siente harta y acalorada – sobre sus mutuos padecimientos, el mapa estelar y la atribución a Ygdrasil como el primer paraguas de la historia del paraguas. Hay que hablar también de Claustrofobia, el relato en donde seis sardinas, todas emparentadas menos una que es adoptada, piensan, discuten y pelean dentro de una de esas latas ovaladas de las despensas de toda la vida. Una, la más esnob, sueña con ser devorada por una marquesa mientras otra, la más humilde, se ve nutriendo a numerosos niños leprosos. Están también los caracoles que reptan fatigadamente hacia la cima del Popocatépetl por recomendación del Dr. Atl, los perros pertenecientes a ilustres personajes, una reflexión sobre las calles de la ciudad de México en la que el autor se pregunta por qué no hay una calle que lleve el nombre de Pita Amor, cuando todos sabemos que se merece por lo menos una autopista de Tampico a Mazatlán, en fin, no puedo dejar de mencionar Rinoplastía y apocalipsis, en donde abundan los consejos para el año que comienza, entre ellos, la consulta de toda ciencia adivinatoria incluyendo la rinomancia, arte sagrado de vaticinar el futuro por medio de la forma de la nariz. Espero que Pedro Friedeberg siga escribiendo.


Pedro Friedeberg y Carla Faesler ®Borzelli Photography


Este libro, finalmente, transpira humor, desfachatez, desenfado, extravagancia y sobre todo anti-solemnidad. Es un libro que se lee a carcajadas y produce adicción: a mí ya no me importaba la premura con la que tenía que escribir este texto, sólo quería seguir y seguir leyendo entre las risas francas que su contenido me arrancaba. Hasta los textos más comprometidos con el rigor del estudioso están atravesados por el calambre de la descompostura que produce la vida y la obra de Pedro Friedeberg. Y eso es algo que hay que agradecer hoy en día: cuando muchas veces el arte ya se deshace en posturas y grandilocuencias infértiles, surge de nuevo Pedro Friedeberg, el estandarte más crítico para desajustar lo demasiado apretado, aceitar lo que está ya rechinando y encender la inteligencia y la sustancia, para volver a apretar el botón de ON a lo que ya está un poco OFF.


SI, Fátima Hernández, Pedro Friedeberg, Carla Faesler y SI ®Borzelli Photography


* Trilce editores, México 2009.


®Borzelli Photography


Fotografías: Pascual Borzelli Iglesias para abartraba
Diseño y edición: Miguel Borzelli Arenas

miércoles, 28 de abril de 2010

Magritte en México

Supongo que esta pintura se llama "Esto no es una pipa", no lo sé, en el museo no me dejaron tomar notas. (En realidad se llama La Traición de las Imágenes) Imagen tomada de http://personal.telefonica.terra.es/web/auladefilosofia/arte/magritte.htm


Vine a Bellas Artes porque me dijeron que ahí estaba un buen pintor, un tal Magritte.
Un amigo me dijo ve a ver La Traición de las imágenes, no le pidas que te diga qué es una pipa, exígele que te demuestre que lo que tus ojos ven no es mentira.
Entré al Palacio de las Bellas Artes con la esperanza de llevarme un buen recuerdo, no me mal interpreten: no llevaba cámara fotográfica así es que no podía hacer mal uso de ese instrumento para perpetuar lo efímero.
Subí las escaleras y me perfilé a las salas de exposición. Un mensaje me llegó al celular y ahí fue cuando comenzaron los errores. Alguien se me acercó y me dijo "está prohibido usar los celulares", "¿ni para mandar un mensaje?", le pregunté. La señora, que era una mujer policía me dijo que ni para mandar mensajes, que me saliera de la sala a enviarlo y después podría entrar.
Así lo hice.

Esta otra es "El Caballito", tampoco sé su verdadero nombre. (La firma en blanco dice el google que se llama). Imagen tomada de http://www.bdp.org.ar/facultad/catedras/comsoc/redaccion1/mayol/2009/08/clase_13_contar_narrar.php


Surrealismo por doquier, aquí, allá, acuyá y más pa acá, pura verborrea de imágenes, el arriba y el abajo confundidos: yuxtaposición de manzanas, hombres, mujeres, árboles y caballos.
Al entrar a la sala donde se encuentra uno de los cuadros más famosos de Magritte, les diré lo que ocurrió (y eso explica que no me sepa el nombre de los cuadros):
Encontrábame recorriendo la sala de exhibición, con todo y mi libreta apuntadora, herramienta que todo periodista u escritor que respétese debe llevar siempre consigo, cuando paréme justo frente a uno cuadro que llamome la atención. Al sacar mi plumita para apuntar el título, la fecha y la técnica (no pidan las medidas del cuadro, esto es mucho pedir para las autoridades de Bellas Artes y su cuerpo de curadores), aparecióseme un hombre bien entacuchado para decirme: "no se pueden tomar apuntes dentro de la sala". Chale, díjeme.
Sabemos que uno de los museos que más se destacan por sus visitas de grupos de estudiantes es el de Bellas Artes, y que no sólo acude gente especialista sino grupos y grupos de estudiantes que, sin querer, sus profes les dejan de tarea investigar y ver qué onda con Magritte y gracias a esta disposición las tareas no llegara a los escritorios.

"El señor cara de manzana" dijo un niño en la sala, pobrecito no pudo tomar apuntes de que esto es El hijo del hombre de 1964. Imagen tomada de http://dadaisforever.wordpress.com/2010/01/24/el-mensaje-de-magritte/

La justificación es que en este país y en todo el mundo somos tantos que ya no cabemos y que si nos detenemos a tomar apuntes de cada uno de los cuadros no daremos oportunidad a nadie más para que aprecie la obra; y que además para eso está una sala lúdica en la que se puede observar y jugar con lo que Magritte hizo. Aunque ahí tampoco se puede tomar apuntes.
Esto puede alejar a los visitantes, curiosos, caminadores y observadores que paseando por allí les entre la curiosidad y se den una vuelta por las Bellas Artes: puras prohibiciones.
Al final del día tuve que salir rápido porque tenía la esperanza de encontrarme con algo inusual, que nunca hubiese visto antes. Y sí que lo vi: una mano con un letrero que me prohibía tomar apuntes. No pongo la imagen porque también estaba prohibido tomar fotografías.
Por eso vine a Bellas Artes.

Prohibido Prohibir. Imagen tomada de http://alexkev.wordpress.com/2008/09/20/libre-de-piratas/


Texto: Óscar Alarcón



viernes, 23 de abril de 2010

Premio Cervantes de Literatura

José Emilio Pacheco

José Emilio Pacheco ®Borzelli Photography


Discurso de José Emilio Pacheco*

Ceremonia de entrega del Premio Cervantes 2009

Majestades, Señor Presidente del Gobierno, Señora Ministra de Cultura, Señor Rector de la Universidad de Alcalá de Henares, Señora Presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y para las Artes de México, Presidenta de la Comunidad de Madrid, Sr. Alcalde de esta ciudad, autoridades estatales, autonómicas, locales y académicas, amigas, amigos, señores y señoras.

1947 es una fecha tan lejana como 1547. Ambas se han hundido en la sombra eterna y son irrecuperables. Tal vez la memoria inventa lo que evoca y la imaginación ilumina la densa cotidianeidad. Sin embargo, del mismo modo que para nosotros serán siempre gigantes los molinos de viento que acababan de instalarse en 1585 y eran la modernidad anterior a la invención de esta palabra, en algún plano es real otra experiencia: la de un niño que una mañana de Ciudad de México va con toda su escuela al Palacio de Bellas Artes y asiste asombrado a una representación del Quijote convertido en espectáculo.


Con Rafael Tovar y de Teresa ®Borzelli Photography


Salvador Novo adapta y dirige la obra con música de un mexicano, Carlos Chávez, y un español, Jesús Bal y Gal. Novo pertenece al Grupo de Contemporáneos, equivalente exacto del Grupo de 1927 en España. Mucho tiempo después sabré que Novo había conseguido que en julio de 1936 su amigo Federico García Lorca estuviera precisamente en ese Palacio de Bellas Artes para presenciar el estreno mexicano de Bodas de Sangre interpretada por Margarita Xirgu.

A telón cerrado aparece el historiador árabe Cide Hamete Benengeli a quién Cervantes atribuye la novela. Cide Hamete Benengeli ha decidido abreviar la historia para que los niños de México puedan conocerla. La cortina se abre. De la oscuridad surge la venta que es un castillo para Don Quijote. Quiere ser armado caballero a fin de que pueda ofrecer sus hazañas a la sin par Dulcinea del Toboso, la mujer más bella del mundo.

Dos horas después termina la obra. Desciende de los aires Clavileño que en esta representación es un pegaso. Don Quijote y Sancho montan en él y se elevan aunque no desaparecen. El Caballero de la Triste Figura se despide: “No he muerto ni moriré nunca… Mi brazo fuerte está y estará siempre dispuesto a defender a los débiles y a socorrer a los necesitados”.


®Borzelli Photography


En aquella mañana tan remota descubro que hay otra realidad llamada ficción. Me es revelado también que mi habla de todos los días, la lengua en que nací y constituye mi única riqueza, puede ser para quien sepa emplearla algo semejante a la música del espectáculo, los colores de la ropa y de las casas que iluminan el escenario. La historia del Quijote tiene el don de volar como aquel Clavileño. He entrado sin saberlo en lo que Carlos Fuentes define como el territorio de La Mancha. Ya nunca voy a abandonarlo.

Leo más tarde versiones infantiles del gran libro y encuentro que los demás leen otra historia. Para mí el Quijote no es cosa de risa. Me parece muy triste cuanto le sucede. Nadie puede sacarme de esta visión doliente.

En la mínima historia inconclusa de mi trato con la novela admirable hay a lo largo de tantos años muchos episodios que no describiré. Adolescente, me frustra no poder seguir de corrido la fascinación del relato: se opone lo que George Steiner designó como el aparato ortopédico de las notas. Me duele que las obras eternas no lo sean tanto porque el idioma cambia todos los días y con él se alteran los sentidos de las palabras.


®Borzelli Photography


También me asombra que necesiten nota al pie términos familiares en el español de México, al menos en el México de aquellos años remotos: “de bulto” como las estatuillas de los santos que teníamos en casa: “el Malo”, el demonio”; “pelillos a la mar”, olvido de las ofensas; “curioso”, inteligente. Y tantas otras: “escarmenar”, “bastimento”, “cada y cuando”.

Ignoro si podría demostrase que el primer ejemplar del Quijote llegó a México en el equipaje de Mateo Alemán y en el mismo 1506** de su publicación. El autor del Guzmán de Alfarache había nacido en 1547 como Cervantes y estuvo en aquella Nueva España que don Miguel nunca alcanzó.

Tal vez el gran cervantista mexicano de hace un siglo, Francisco A. de Icaza, hubiera rechazado como una más de las Supercherías y errores cervantinos esta atribución que me seduce. Por lo pronto me permite evocar en este recinto sagrado a Icaza, el mexicano de España y el español de México, a quien no se recuerda en ninguna de sus dos patrias. En todo caso sobrevive en el poema que le dedicó su amigo Antonio Machado: “No es profesor de energía/ Francisco A. de Icaza, sino de melancolía”. Y en la inscripción que leen todos los visitantes de la Alhambra. Otra leyenda atribuye su inspiración al mismo mendigo de quien habló también Ángel Ganivet: “Dale limosna, mujer/ pues no hay en la vida nada/como la pena de ser/ciego en Granada”.


Leyendo el discurso en El Colegio Nacional ®Borzelli Photography

Como todo, Internet es al mismo tiempo la cámara de los horrores y el Retablo de las Maravillas. No me dejará mentir la Red si les digo que el 30 de noviembre de 2009, en una rueda de prensa en la Feria de Guadalajara me preguntaron, con motivo del Premio Reina Sofía, si con él yo estaba en camino del Premio Cervantes. “Para nada”, contesté. “Lo veo muy lejano. Nunca lo voy a ganar”.

Al amanecer del lunes 30 la voz de la Señora Ministra de Cultura, Doña Ángeles González Sinde, me dio la noticia y me hundió en una irrealidad quijotesca de la que aún no despierto. Por aturdimiento, no por ingratitud, apenas en este día doy gracias al jurado por su generosidad al privilegiarme cuando apenas soy uno más entre los escritores de este idioma y hay tantas y tantos dignos con mucha mayor justificación que yo de estar ahora ante ustedes.

Para volver al plano de la realidad irreal o de la irrealidad real en que los personajes del Quijote pueden ser al mismo tiempo lectores del Quijote, me gustaría que el Premio Cervantes hubiera sido para Cervantes. Cómo hubiera aliviado sus últimos años el recibirlo. Se sabe que el inmenso éxito de su libro en poco o nada remedió su penuria.

Cuánto nos duele verlo o ver a su rival Lope de Vega humillándose ante los duques, condes y marqueses. La situación sólo ha cambiado de nombres. Casi todos los escritores somos, a querer o no, miembros de una orden mendicante. No es culpa de nuestra vileza esencial sino de un acontecimiento ya bimilenario que tiende a agudizarse en la era electrónica.


Dos niños y al fondo Cristina Pacheco, Teresita Vicencio Álvarez y JEP ®Borzelli Photography


En la Roma de Augusto quedó establecido el mercado del libro. A cada uno de sus integrantes -- proveedores de tablillas de cera, papiros, pergaminos; copistas, editores, libreros--le fue asignado un pago o un medio de obtener ganancias. El único excluido fue el autor sin el cual nada de los demás existiría. Cervantes resultó la víctima ejemplar de este orden injusto. No hay en la literatura española una vida más llena de humillaciones y fracasos. Se dirá que gracias a esto hizo su obra maestra.

El Quijote es muchas cosas pero es también la venganza contra todo lo que Cervantes sufrió hasta el último día de su existencia. Si recurrimos a las comparaciones con la historia que vivió y padeció Cervantes, diremos que primero tuvo su derrota de la Armada Invencible y después, extracronológicamente, su gran victoria de Lepanto: El Quijote es la más alta ocasión que han visto los siglos de la lengua española.

Nada de lo que ocurre en este cruel 2010 --de los terremotos a la nube de ceniza, de la miseria creciente a la inusitada violencia que devasta a países como México-- era previsible al comenzar el año. Todo cambia día a día, todo se corrompe, todo se destruye. Sin embargo en medio de la catástrofe, al centro del horror que nos cerca por todas partes, siguen en pie, y hoy como nunca son capaces de darnos respuestas, el misterio y la gloria del Quijote.


Cristina Pacheco, S.I., y en primer plano JEP ®Borzelli Photography


Fotografías: Miguel Borzelli Arenas y Pascual Borzelli Iglesias para abartraba

Diseño y edición: Miguel Borzelli Arenas

*Fuente: Ministerio de cultura, gobierno de España

**La fecha dice 1506 y debe ser 1605. 1506 es antes de que nacieran Alemán y Cervantes.

jueves, 22 de abril de 2010

Poetas de un siglo

Antología viva con poetas de hoy

Luis Cortés Bargalló, Eduardo Hurtado, Josu Landa, Luigi Amara, Julio Trujillo y María Rivera. ®Borzelli Photography

En el marco de los festejos del Bicentenario, La Casa del Poeta organiza un recorrido cronológico por la poesía de nuestro país, desde el primer movimiento de independencia literaria en América Latina, el modernismo, hasta el día de hoy. Se presenta un panorama de la poesía y sus personajes del siglo XIX y XX.

Los poetas que participan y dan voz en la segunda sesión:

Luigi Amara a José Juan Tablada;

Luigi Amara ®Borzelli Photography


Luis Cortés Bargalló a Gilberto Owen;

Luis Cortés Bargalló ®Borzelli Photography


Eduardo Hurtado a Ramón López Velarde;

Eduardo Hurtado ®Borzelli Photography


Josu Landa a José Gorostiza; y

Josu Landa ®Borzelli Photography


Julio Trujillo a Carlos Pellicer.

Julio Trujillo ®Borzelli Photography


María Rivera ®Borzelli Photography


Los poetas Josu Landa, Luis Cortés Bargalló, Eduardo Hurtado, María Rivera, Luigi Amara, Julio Trujillo y al frente agachado Hernán Bravo Varela. ®Borzelli Photography


Texto y fotografías: Pascual Borzelli Iglesias para abartraba
Diseño y edición: Miguel Borzelli Arenas